Después de un mes sin saber qué nos apetecía hacer en verano, por fin nos hemos decidido: un viaje de mochileros por Europa. El motivo no es solo que nos apetezca tener esa experiencia, sino que este año ninguno de nosotros tiene casi ni un duro; de modo que hay que adaptarse a las circunstancias. Por suerte, todos nosotros coincidimos en algo: somos muy viajeros y también tenemos la capacidad de adaptación de un camaleón. Lo que quiero decir con esto es que si tenemos que dormir en la calle o alimentarnos de hamburguesas, lo haremos. Todo sea por salir de aquí.
Eso incluye las maletas, por supuesto. Sé que un viaje de mochilero incluye fundamentalmente una mochila de emergencia, pero yo siempre he sido más de viajar con maletas de viaje; lo cual quiere decir que voy a tener que procurar conseguir una. Porque no, no tengo; la última que tuve se me rompió justo el año pasado, y la verdad es que ya tocaba: suelo darle mucho uso. Así pues, y dada mi situación monetaria actual, estoy decidido a buscar en internet, en alguna tienda de chinos o donde sea alguna maleta barata. El diseño me da igual y la calidad del material también, yo lo que busco es funcionalidad y un nivel de resistencia que aguanta al menos este viaje. El próximo año, o cuando sea, ya tendré oportunidad de comprarme una más digna.
Pero a este tipo de cosas me refiero: cualquier otra persona se angustiaría ante la perspectiva de emprender un viaje así, como un mendigo. Yo no, y por suerte, mis amigos tampoco: a todos nosotros nos encanta ir a la aventura. ¿Se imaginan cómo hubiese sido todo si yo hubiese sido el único aventurero o, peor aún, el único niño pijo que quiere hoteles de cinco estrellas y restaurantes caros? Prefiero no pensar mucho en ello. |